Lo que pagamos por el placer del hombre
“Es cultural… así son las cosas… es la sociedad en la que vivimos… sigue siendo un mundo de hombres…” Estamos muy acostumbrados a decir o a escuchar estas frases. Tan es la costumbre, que muchas veces se nos olvida lo que hay detrás. Un fondo que afortunadamente hoy en día ha resultado en movimientos como #MeToo, #TimesUp y #LoveWins. Ha resultado en la valentía de muchas personas para contar su historia y ser escuchados por aquellos seres inteligentes que sí saben valorar el poder de las palabras. Identifico y me relaciono con esta era de apertura con una historia de la que no se habla nunca, y ésta es la del dolor sexual en las mujeres y el precio que se paga por la satisfacción del hombre.
Esta nota está inspirada en el artículo The female price of male pleasure de Lili Loofbourow.
Acuérdense de la primera lección que recibimos las mujeres sobre el sexo: tú primera vez te va a doler. ¡Así es nuestra iniciación al sexo! Qué horror, ¿no? Y, si el dolor continúa, como me pasó a mí, es “normal” o “natural” vivir con el pensamiento y la culpa de que nosotras somos el problema. Entonces mejor, educadamente y como toda una niña bien, me aguanto el dolor y no digo nada. Justo me vino a la mente la frase de una de mis amigas que dice que nacimos, fuimos mujeres y todo se fue a la chingada.
Muchas veces me he preguntado -y sé que varios también se lo cuestionan con todas las historias de abuso y acoso sexual- porqué no salimos corriendo en el instante en que cualquier situación nos hace sentir incómodas. Creo que es una pregunta que puede tener muchas posibles respuestas. La que se me viene primero a la mente es que las mujeres culturalmente e históricamente, estamos condicionadas a que es “normal” sentirnos incómodas y sobretodo, y lo peor desde mi punto de vista, es que ignoramos este sentir. Todas hemos pasado por algún tipo de acoso sexual, ninguna mujer se salva. Aún así, cuántas veces no hemos dicho o hecho algo al respecto porque pensamos que “igual y no fue tan grave”. Dios no permita que como mujer demuestres ningún tipo de victimización porque la sociedad te destruye. Tantas opiniones y tantos juicios que vienen de nuestra cultura machista, justo logran que no se pueda tener una conversación abierta del tema. Y cuando hablo de machismo, incluyo tanto a hombres como a mujeres. Vivimos en una sociedad machista y punto. No es nada nuevo. Desafortunadamente el desentendimiento y la ignorancia del cuerpo, el placer y el dolor es una consecuencia que se ha pagado muy cara. Consecuencia que hace que exista gente capaz de defender los actos de Harvey Weinstein, personas a su alrededor que fueron cómplices, que sabían lo que estaba pasando y nunca dijeron nada. Gente como Karl Lagerfeld que creé que está bien decir que si las modelos no están dispuestas a bajarse los calzones, que se vayan a vivir de monjas a un convento. (Unfollow inmediato @karllagerfeld).
La misma comunidad médica y científica no se queda atrás. Si partimos de que 1 de cada 10 mujeres siente dolor con la penetración a la hora de una relación sexual, yo me pregunto porqué no hay más investigación y conocimiento de esto. ¿Será porque es un tema de género? Les platico algunas estadísticas y ustedes decidan. PubMed tiene registrados 393 casos de estudio en dispareunia, 43 casos en vulvodynia y 10 casos en vaginismo. ¿Saben cuántos casos hay en disfunción eréctil? 1,954. Nótese la desigualdad de género. La batalla entre el dolor sexual femenino vs. la disfunción eréctil la tenemos perdida. El día de hoy un hombre puede salir del doctor con una receta para comprar viagra, pero puede llevar años para que una mujer sea diagnosticada con endometriosis. Ni se diga de la vulvodynia, en mi caso tardé tres años en tener un diagnóstico, donde honestamente me otorgo el 50% del crédito porque yo misma me puse a investigar y eso aceleró el proceso.
Para decirlo mejor, tomo prestadas las palabras de la periodista Lili Loofbourow, quien escribió el artículo The female price of male pleasure. “¡Sí!, vivimos en una cultura que ve el dolor sexual femenino como algo “normal” y el placer del hombre como un derecho.” Y, estoy totalmente de acuerdo con ella, pues lo he vivido con la cantidad de ginecólogos en México que no me quisieron tratar bien. Los que me hicieron sentir que estaba loca, que mi dolor no era real. Los que me dijeron tómate una copa de vino y relájate…
Después de muchas pláticas con amigos y amigas sobre el sexo en general, llego a la conclusión de que por más abiertos que seamos, por más que creemos que sabemos, todavía hay mucho por descubrir. Así como hay mucho que desmitificar también. Cada vez que veo una película o una serie en donde sale una escena de sexo me da coraje. Las que ponen a la mujer teniendo un orgasmo en el segundo dos y solamente con la penetración. ¿Sí saben que el 75% de las mujeres no puede tener un orgasmo sin estimulación del clítoris? Es la misma razón por la que fingimos. Tal como lo hace Meg Ryan en la película When Harry Met Sally. Bueno, yo creo que hay dos razones por las que una mujer finge un orgasmo. La primera: para que se acabe más rápido si es que estamos sintiendo dolor-ardor o nada más no hay química. La segunda es para que él se sienta bien, para aumentar el ego del hombre.
Piensen en las veces que su pareja no pudo tener una erección, por las razones que sean, estaba borracho, estresado, nervioso… Por lo menos una vez nos ha pasado por la mente a las mujeres, “seré yo, igual es mi culpa, no soy sexy, seguro vio mis lonjas o mi celulitis y no le gusté.” ¿Por qué seguimos priorizando el placer del hombre? Se necesita poner sobre la mesa la realidad biológica con la que muchas mujeres lidiamos. Desafortunadamente, el dolor sexual es más común de lo que sabemos. Lo que más me impresiona es que aún así, con dolor y todo, seguimos dispuestas a tener relaciones sexuales y aguantarnos. Es esa persecución por el placer masculino. Es la creencia de que si no lo haces te van a cortar, o te van a pintar el cuerno. Hasta tenemos un dicho aprobado por la cultura de que las mujeres tenemos que ser unas damas en la mesa y unas putas en la cama.
Sara McClelland, una profesora de la Universidad de Michigan quien ha hecho mucha investigación en el tema, hace una encuesta de cómo calificamos el “buen sexo” vs. “mal sexo”. La diferencia de respuestas entre los hombres y las mujeres lo dice todo. Para ellos, es cuando describen a la pareja como pasiva o aburrida. Pero cuando les pregunta a mujeres qué sería mal sexo, describen incomodidad emocional, falta de placer o de llegar al orgasmo, y el peor de todos: el dolor. El dolor con la penetración no está en su vocabulario, y en el nuestro sí. Lo que me hace pensar que ojalá cada vez más estemos dispuestos, con la mente y el corazón abierto, a hablar de todo esto de una forma natural, sana, sin pena ni vergüenza. Que se llegue a reconocer la naturaleza del dolor con su propio valor y derecho que se merece.