Vivir con dolor crónico te prepara para lidiar con esta situación

A veces me levanto a las 6 de la mañana, a veces a las 12 del día. No le encuentro sentido al tiempo. Solo tengo ganas de comer todo el día, de fumar como pipa, y de dormir. A momentos me siento culpable, a momentos me vale madres. A momentos siento presión, y a momentos me entra mi inner Monica Geller y no paro de limpiar mi casa. La pandemia que estamos viviendo hoy en día nos tiene con muchos sentimientos encontrados. Vulnerabilidad, enojo, tristeza, soledad, estrés, negatividad, ansiedad, preocupación, depresión, fatiga, confusión, incertidumbre, miedo… Todos válidos.

Por otro lado también me entró un poco de frustración con el universo que todo lo que logramos con la marcha de mujeres del 8 de marzo, y el paro de el nueve, quedó un poco sepultado por el Coronavirus.

Hoy me desperté con un nuevo sentir porque me regresaron mis recuerdos de cuando me diagnosticaron con vulvodinia hace cinco años. Como muchas ya saben, yo soy de México pero tuve la oportunidad de tratarme en West Palm Beach, en Florida. Sin duda, también fue un momento muy difícil para mí, pues tuve que mudarme de ciudad, recién cortada, renunciar a mi trabajo, alejarme de mi familia, de mis amigos, cerrar mis proyectos personales… prácticamente ponerle pausa a mi vida para enfocarme solamente en mi salud. Esta pausa que hoy todo el mundo esta viviendo. Me acuerdo los sentimientos de culpa que me abordaban por no trabajar, y la presión que sentía de que no estaba haciendo nada “productivo”. Esa costumbre de seguir las normas sociales que definen “el éxito” me abordaban la mente todo los días, sobre todo como mujer independiente. Lo que me lleva a pensar en este ruido tóxico que necesitamos vencer y que a lo mejor esto que estamos pasando es lo que necesitamos para callarlo.

Ahora que lo pienso ya viví un cierto tipo de cuarentena cuando estuve en Miami. Se me había olvidado por completo, pero de alguna manera ese momento me preparó para lidiar con lo que estamos viviendo hoy. Aunque allá no tenía que estar encerrada del todo, permanecí en casa el mayor tiempo, y sí tuve que hacer varios sacrificios. Seis meses de aceptar un “nuevo normal”, de adoptar una actitud más tranquila, más paciente, y sobre todo más presente. Con todo y mi dolor en la vulva, y los días de doctores, hospitales, inyecciones, medicinas, tratamientos invasivos… también descubrí nuevas herramientas de vida como la meditación, técnicas de respiración y mindfulness. Por fin tuve todo el tiempo de leer los libros que tenía pendientes, así como disfrutar cada momento sin prisa; sin estar al pendiente del reloj. Mi nivel de estrés era nulo. A mi rutina de self-care le di un nuevo significado. ¿Cuántas veces se nos olvida ponernos crema en los codos o en los talones?

Me tocó aprender a resaltar lo positivo cuando sientes que todo se derrumba. Pero, la mejor lección de todas sigue siendo: lo más importante es la salud. Damos nuestra salud por sentada. Seguimos con la mentalidad invencible de que “a mí no me pasa nada.” Hasta que sí pasa. Reconozco que estoy hablando desde un lugar muy privilegiado, y lo agradezco todos los días. La realidad es que ahora, en todo el mundo, no tenemos otra opción mas que permanecer en casa lo más que se pueda, agradecer lo que tenemos, practicar la paciencia y vivir al día. La pausa que cada quien decida tomar es válida, así sea de solo un segundo. Por lo que no te sientas culpable de ponerle pausa a ciertas cosas en tu vida. Es sano estar en pausa por un momento. ¡Aprovechemos lo mejor de esta pausa!

Pame Clynes