¿Qué es el medical gaslighting y cómo afecta la salud femenina?

Seguro han visto Grey’s Anatomy o cualquier serie de doctores. Siempre hay una escena donde llega una mujer (por cuarta vez) al ER, por lo general middle age, quejándose de dolor en la zona pélvica y los internistas ya no saben qué hacer con ella. Le hacen miles de estudios, la ven con cara de loca, no creen en sus síntomas y nada indica que la señora tenga un problema serio. Como resultado la regresan a su casa con Advil, o con Tums, porque su presencia le está quitando espacio y tiempo valioso al resto de las emergencias. Después resulta que la condición de la mujer era mucho más grave de lo que pensaban.

Me gusta platicar este ejemplo porque eso nos pasa a las personas, en especial mujeres, que esperamos mucho tiempo para recibir un diagnóstico. Mujeres con desórdenes vulvovaginales, con condiciones de dolor pélvico crónico, con endometriosis, con infecciones urinarias recurrentes… es común que pasemos mucho tiempo, y gastemos mucho dinero (y energía) adentro de un consultorio médico, o internadas en un hospital, sin recibir una respuesta de lo que le está pasando a nuestro cuerpo. La ciencia nos ha fallado a las mujeres. Los doctores no confían en nosotras porque no saben mucho sobre la salud femenina, pues ésta no ha sido estudiada como se merece; como la salud masculina.

El medical gaslighting es real, existe y es más común de lo que creemos. Tristemente el sesgo masculino también tiene un impacto negativo en nuestra salud. Habemos muchas mujeres en todo el mundo viviendo con dolor crónico en silencio sin el conocimiento de que no es normal. Es una realidad global de que el dolor en la mujer pasa desapercibido, siendo esto un gran problema que impide cerrar la brecha de desigualdad de género en la salud.

¿Qué es el medical gaslighting?

El término gaslighting es relativamente nuevo para mí, pero sin duda lo viví por muchos años con doctores que no se dan el tiempo de escucharte, que  minimizan o ignoran tus síntomas, descartan cualquier preocupación que tengas, apresuran la cita, asumen que lo que tienes es un problema mental, te hacen sentir que estás loca, te interrumpen, se enojan si les das información que encontraste en Google… Este tipo de gaslighting cobra factura en las mujeres, pues logra que seamos más propensas en recibir malos diagnósticos y nos quita la posibilidad de ser tratadas, sin dejar de mencionar que es una violación a nuestros derechos como seres humanos.

Mi desconfianza en los ginecólogos no ha sido de a gratis. Esto me lo dijo mi psiquiatra el día que lo conocí. Por años, el tener que esperar mas de una hora para ser atendida, para seguir esperando en un cuartito helado, con la peor iluminación, en una posición muy incómoda, teniendo que tolerar exámenes invasivos, con un batita que no te tapa nada, donde el dolor y la frustración hacen una fiesta de lágrimas, teniendo que justificar mis síntomas mientras te están diciendo que todo “está en tu cabeza”, y peor aún, creyéndoles, ha sido un trauma muy fuerte en mi vida que sigo trabajando.

Antes de que me diagnosticaran con vulvodinia y disfunción de piso pélvico, no sabía cómo hacer las preguntas adecuadas a los doctores. Asumí y confié ciegamente que todos los ginecólogos que me revisaban tenían la razón sobre mi dolor crónico: que este no existía, que yo solita me lo estaba ocasionando. Creía que los doctores sabían más que yo, pero estaba equivocada. Hoy en día ya lo puedo decir en fuerte, pues un doctor muy querido tuvo la humildad de decirme que yo sabía más sobre mi condición que ellos. Aunque hay muchos médicos trabajando y marcando una diferencia en la vida de las mujeres, hay muchos más que ignoran varias enfermedades. A continuación les platico lo que he descubierto en este camino hacia la sanación que ha sido parte del problema.

¿Sabían qué?

1. Las mujeres tenemos una larga historia de ser excluidas en la investigación científica y medicinal. Desde las teorías erróneas en la antigua Grecia sobre nuestros úteros nace la idea de que la biología femenina es inferior a la masculina. La menstruación, el embarazo, el parto y la lactancia eran consideradas como la fuente de debilidad femenina (física y mentalmente), hasta la histeria inventada como una enfermedad donde castigaban a las mujeres con disque curas, o mejor dicho, salvajadas, como aplicar sanguijuelas en el clítoris, entre otras, para convertir a una mujer “difícil” en una esposa “buena” y servicial.

2. Las mujeres no participaban en estudios médicos hasta los 90s. No porque las mujeres no quisieran participar, pero porque no eran requeridas. El 10 de junio de 1993, el congreso en EUA aprobó la ley de inclusión en la investigación médica por primera vez en la historia.

3. El 70% de los pacientes que padecen de dolor crónico en Estados Unidos son mujeres. Sin embargo, el 80% de las medicinas para el dolor se han probado sólo en los hombres. Aún en los estudios clínicos donde usan ratones y células animales, los machos tienen preferencia sobre las mujeres.

4. Se han hecho más estudios clínicos sobre el PLACER sexual masculino, que estudios sobre el DOLOR sexual femenino.

5. Las mujeres tenemos más probabilidades de que nos nieguen atención médica que los hombres. Me pasó una vez con un ginecólogo muy reconocido que atiende en el ABC de Santa Fé. Negó tratarme por simple ego y arrogancia cuando se me reventó un quiste de ovario.

6. Las mujeres esperamos más tiempo que los hombres en recibir un diagnóstico adecuado.

7. Las mujeres esperamos más tiempo que los hombres en recibir medicamentos para el dolor. Hay varias historias de mujeres que las mandan con ibuprofeno (Advil) a sus casas después de cirugías.

8. El género masculino ha sido prioridad por default y esto ha logrado que el trato hacia la mujer sea diferente. Es por eso que la comunidad médica sabe menos sobre la salud femenina, y por ende tienen menos herramientas para diagnosticarnos y para tratarnos. Simplemente abre un libro de medicina, el ser humano por default es un hombre blanco.

9. Entre 1997 y el 2000, la FDA en Estados Unidos retiró 10 medicamentos controlados del mercado. Ocho de estos 10 causaban efectos secundarios severos con mayor riesgo en las mujeres que en los hombres.

10. Seguimos viviendo en un mundo donde no hay estudios para curar una endometriosis, donde la medicina todavía no sabe la causa de la vulvodinia y no estamos ni cerca de una cura, pero la buena noticia (sense the sarcasm) es que ya se venden gomitas de viagra en el mercado. Creadas para los hombres que les cuesta mucho trabajo tragar una pastilla (más sarcasmo).

Para las que nunca han vivido una experiencia así o similar, siéntanse muy afortunadas. No olviden cuando hablamos desde nuestro privilegio. Las personas que vienen de familias de doctores, que tienen buenos contactos, que tienen recursos, que tienen tal apellido… reciben mucho mejor trato. Es un plus que sin duda ayuda. Es más, hay una clara diferencia cuando vas al doctor acompañada de un hombre, a cuando va una mujer sola. El trato que he recibido cuando voy con mi papá, ha sido mil veces mejor que cuando vamos mi mamá y yo solas.

Hacen falta fondos para la investigación en la salud femenina, pues todo lo que se conoce de la biología humana viene de estudiar al hombre. Los investigadores comúnmente justifican este sesgo diciendo que el ciclo menstrual puede afectar los resultados. A lo que yo me pregunto, ¿por qué no hacer diferentes estudios en las cuatro fases del ciclo? Menstruación, fase folicular, ovulación y fase luteal, antes de que nos estén llenando de medicinas como si fueran chicles. La realidad es que requiere de más tiempo, se necesitan más recursos, más dinero… por lo que no hay el interés necesario para invertir en nuestra salud.

Tenemos derechos como pacientes

Si algo bueno ha salido de estas experiencias de vida es ampliar mi conocimiento sobre los derechos y las opciones que tenemos como pacientes.

Tenemos el derecho de ser atendidas y tratadas de la misma forma que reciben a un hombre por cualquier especialista de salud que trabaje en un hospital. Ese es su trabajo. USAR NUESTRA VOZ ES CRUCIAL, y que nos valga maíz lo que se piense de nosotras. Para cerrar esta brecha tenemos que educarnos mas y promover la investigación inclusiva, y al mismo tiempo seguir contando nuestras historias. Mi dolor es real, tu dolor es real.

Calladita no te ves más bonita.

Con cariño,

Pame

Pame Clynes