El abuso sexual que viví en casa


Me acuerdo que mi infancia fue muy complicada, ya que diagnosticaron a mi papá con esquizofrenia. Este trastorno ocasionó mucho sufrimiento en mi mamá también, pues su relación con él se basaba en una doble personalidad. De pronto era el hombre más amoroso, y después la amenazaba de muerte; eventualmente se separaron. Por otro lado, mi hermana tenía un problema de aprendizaje, por lo que mi mamá dedicó todo su tiempo a ella. Se tomó la decisión de que me fuera a vivir a casa de mis abuelos. Nosotros somos de Nayarit, y la educación que recibí en casa fue muy machista. Recuerdo que yo siempre estaba con la disposición de servir o de atender, con el compromiso de sentirme eternamente agradecida con ellos porque me acogieron en su casa. Sé que mi abuela me ama como una hija, pero sin duda me criaron con otras creencias y costumbres. Desde muy niña noté que cuando algo grande pasaba en la familia, se hacía muy pequeño porque nadie lo hablaba.

Más grande entré a una secundaria que estaba en otro pueblo de Nayarit, por lo que me fui a vivir a casa de unos tíos para estar más cerca de la escuela. En esa casa también vivía mi primo. Él era 8 años más grande que yo, y mi relación con él fue el comienzo de un infierno. A mis 14 años empezó a abusar sexualmente de mí. Me buscaba en los momentos cuando estábamos solos, donde se aprovechaba para tocarme. Me acuerdo que yo le decía que no lo hiciera, y que me incomodaba muchísimo, pero aún así no paró. Después de un tiempo lo amenacé en acusarlo con toda la familia, pero lo único que recibí fue una respuesta manipuladora: “nadie te va a creer”, “tú tienes la culpa”, “es tu palabra contra la mía”… por lo que decidí quedarme callada. Seguía estando en una situación comprometedora, en la que yo sentía que en su casa me estaban haciendo un favor.


Cuando llegó el momento donde supe que su abuso estaba escalando, me di cuenta que era cuestión de días en que ya me iba a violar. No sé ni como, pero logré contárselo a mi tía, y fue peor. Ella me dijo que no dijera nada, que supuestamente lo iba a resolver, y a eso le siguió un comentario espantoso: “a todas las mujeres nos pasa eso en algún momento”. Su connotación fue como si fuera “normal” que las mujeres pasemos por eso, y que siempre es mejor no hablarlo. Así descubrí que existe una fuerte cultura de tapar o esconder el abuso sexual, y todo lo que está “mal visto”.


El sentimiento que tuve por muchos años con mis papás fue de abandono total, aunque no haya sido intencional, pero sentí como si me hubieran entregado a los lobos. Ahora que soy mamá todos los días me esfuerzo porque mi hijo reciba el amor y la atención que yo no tuve. Con la fuerza y la sabiduría de mi propia experiencia, estoy logrando darle todas las herramientas para que sea un buen ser humano. Él es mi total responsabilidad, y todos los días lucho para enseñarle que nadie puede abusar de él. Que cualquier cosa que lo haga sentir incómodo lo tiene que decir.

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#MujeresRompiendoEstigmas 

Proyecto en colaboración con Ferox MX

Retrato por Quique Motte 


Esta historia es de:

Vanessa Quirarte

25 años

Mexicana

Maquillista