Testimonio de una Poblana viviendo en Alemania

“Me llamo Ana y tengo 27 años. Hace exactamente 2 años empezó mi historia con la Vulvodinia. 

Después de unas vacaciones increíbles a la playa, empecé a sentir picazón y ardor en la vulva y en la vagina. No me preocupé ya que pensé que era normal contraer alguna infección después de nadar tanto. Acudí al ginecólogo inmediatamente y me dijo lo que ya sabía que me iba a decir: “Tienes una infección vaginal”, me mandó cremas y antibióticos para combatirla y me fui a mi casa. 

Pasó una semana y seguía con los síntomas de picazón y ardor. Lo llamé, me revisó de nuevo y me mandó otro medicamento. Pasaron cuatro semanas y yo seguía con dolor continuo. Cuando digo “continuo”, no me refiero a de vez en cuando, me refiero a todo el tiempo, las 24 horas del día y los 7 días de la semana. Estaba muy frustrada. Recuerdo que por esos días fue Noche Buena y lloré y lloré todo el día, mi familia estaba muy desconcertada, la verdad no me gusta recordar esa navidad. 

Después de la cuarta semana el doctor, mediante un mensaje de texto en respuesta a mis súplicas por ayuda, me escribió: “Creo que lo que tú tienes se llama Vulvodinia, googlealo y verás de lo que hablo”. 

Esa fue la primera vez en mi vida que escuché la palabra Vulvodina. Internet está lleno de artículos que dicen que no es una enfermedad reconocida y que no hay cura. Obviamente mi mundo se derrumbó, me preguntaba si iba a vivir con ese dolor por el resto de mi vida. Fui con tres doctores distintos después de eso, y ninguno tomaba enserio mis síntomas y sufrimiento porque los exámenes salían negativos a una infección. Se preocupaban más por decirme cosas como “solo relájate y tus síntomas desaparecerán “ para después cambiar el tema. Incluso hasta mi propio hermano, a quien adoro y resulta ser médico general, me dijo que la Vulvodinia no existe y que probablemente todo estaba en mi cabeza. Cuando le conté a mi mamá, quien es la persona que más amo en este mundo, sucedió lo mismo: “Ay hija, tú siempre has sido muy aprehensiva y ansiosa, tienes que relajarte”. No saben cuanto me dolió el corazón cada vez que alguien me hacía sentir que estaba loca y me decía que me tenía que relajar. ¿Cómo alguien puede relajarse sintiendo dolor todo el tiempo? 

Algunos meses después, me mudé a otro país y no fue hasta entonces que encontré a un doctor que quizo comenzar a “intentar” algún tratamiento conmigo. Cabe destacar, que no fue nada fácil lograrlo. Tuve que llorar desesperadamente en su consulta para que me creyera que llevaba un año entero sufriendo de dolor, sin descanso. Este doctor, finalmente, me diagnosticó Vulvodinia generalizada de manera oficial, escrito en un papel. Y debo decir que eso le dio un poco de descanso a mi mente y a mis emociones. Aunque el tratamiento no ha sido 100% efectivo, tengo mas días buenos ahora. 

Mi vida ha cambiado por completo. Ya no puedo comer de todo, ya no puedo tener sexo siempre que quiero, tengo que tomar algunos medicamentos que traen consigo efectos secundarios, no puedo montar bicicleta, ni sentarme en mi clase de idioma sin sentir dolor. Hasta la forma de vestirme cambió, tengo que usar falda muy seguido en un país en donde el invierno alcanza los -18°, porque ponerme un par de jeans es un infierno. Es difícil poder explicar a las personas que me rodean porque no me pongo unos pantalones “abrigadores” y si lo llego a decir, pocos me toman enserio. Y también es difícil poder explicar, por qué me causa tanta tristeza no tener la libertad de vestirme como me gusta. 

No es nada fácil padecer una enfermedad invisible, sin signos aparentes, sin pruebas de sangre que lo confirmen. Te hace sentir que estas perdiendo la cordura y a veces llegar a pensar que tal vez si esté en tu cabeza. Pero no es así. 

Investigando responsablemente, me he encontrado personas (Incluyendo a Pame de Peace with Pain) que me han demostrado que no estoy sola, que puedo vivir feliz conviviendo con esto y que lo que padezco es real, mucho más común de lo que la gente cree. 

Actualmente sigo luchando por combatir mis síntomas, por hacer las paces con mi dolor y por cuidar de mis emociones, ya que se han visto muy dañadas en todo este proceso. 

No quiero darme por vencida y algún día tener la vida que sueño: una vida sin dolor. A pesar de que estos dos años he derramado más lágrimas que en toda mi vida, esto me ha demostrado lo fuerte que soy y me ha enseñado a seguir adelante. Porque la vida es bonita y vale la pena vivirla feliz. 

Si estas leyendo esto y necesitas platicar con alguien que te entienda, no dudes en escribirme. Siempre estaré para ti.

📧: ana.co271091@gmail.com